En los países nórdicos, prósperos pero en búsqueda espiritual, la hermana Anna Mirijam Kaschner, CPS, es testimonio del vibrante campo misionero que prospera más allá de las fronteras tradicionales.
Nacida en Alemania en el seno de una familia protestante, el camino de la hermana Anna hacia la fe católica y la vida religiosa es una historia de vocación divina y caminos inesperados. «Estaba segura de que quería formar una familia y viajar por el mundo», recuerda la hermana Anna. «Pero la idea de la vida religiosa seguía volviendo, especialmente cuando me encontraba con monjas».
Su determinación de descartar esta vocación la llevó a Zimbabue con un programa destinado a proporcionar experiencia misionera. «Pensé que eso me libraría de esos pensamientos», admite. En cambio, confirmó su vocación.
En Zimbabue, la hermana Anna se dio cuenta de que la presencia de Dios no era una importación europea, sino una verdad perdurable. «Simplemente seguíamos sus huellas», dice. Su búsqueda de una congregación activa la llevó a las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, lo que marcó el comienzo de sus 22 años de compromiso con la obra de Dios. Su misión dio un giro inesperado cuando la enviaron a Dinamarca, un país rico en recursos, pero un «país de misión» en términos espirituales. «Alrededor del 70 % está bautizado en la Iglesia luterana, con una asistencia del 4 %. Los católicos son menos del 1 %, pero tenemos una asistencia a la iglesia del 20 %», señala, destacando el terreno fértil para la evangelización. El ministerio de la hermana Anna se extiende más allá de los muros de la iglesia, involucrando a una población que en gran parte no está familiarizada con la vida religiosa. «La gente en Dinamarca sabe poco sobre la fe», comparte. «Son curiosos y a menudo me preguntan si estoy casada o tengo hijos».
Su hábito a menudo da pie a conversaciones, abriendo puertas para discutir la fe y las preguntas más profundas de la vida. Viviendo en una pequeña comunidad con hermanas de Austria y Zimbabue, la hermana Anna es secretaria general de la Conferencia Episcopal Nórdica. Sus vidas son una mezcla de oración y trabajo, encarnando el espíritu de equilibrio de San Benito. «Nuestras actividades diarias son una misión», afirma. «Ir a comprar o simplemente estar en público puede dar lugar a profundos intercambios sobre la vida y la fe».
La hermana Anna cree firmemente en la visibilidad de su vocación. «Llevar el hábito es esencial. Es una señal que invita a la gente a acercarse, a preguntar y, a menudo, a buscar ayuda», afirma. Su presencia en la comunidad es un faro de servicio y un puente para comprender la fe católica. La labor misionera en los países nórdicos es tan crucial como única. «Consideren la posibilidad de venir a los países nórdicos», insta la hermana Anna. «En Finlandia, los católicos representan el 0,2 % de la población. El campo misionero es vasto y la necesidad del Evangelio es palpable».
A través del relato de la hermana Anna Mirijam Kaschner, vemos las diversas facetas del trabajo misionero y el profundo impacto de vivir la fe en voz alta. Los países nórdicos, con sus pequeñas poblaciones católicas y su gran hambre espiritual, nos recuerdan que los territorios de misión no son solo geográficos, sino que se encuentran dondequiera que los corazones busquen un sentido. Lea más historias en la revista MISSION Apoye a la Iglesia en los territorios de misión
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