A mediados del siglo XIX, Monseñor Charles de Forbin-Janson, de Francia, se conmovió profundamente al recibir noticias de misioneros franceses en China que relataban cómo muchos niños morían sin haber recibido el Bautismo. Aunque deseaba ardientemente ser misionero, las circunstancias no le permitieron viajar. Buscando orientación, acudió a Pauline Jaricot, fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe. De su conversación surgió una inspiración: si él no podía ir personalmente, ¿por qué no invitar a los niños de Francia a ayudar a sus pares en las tierras de misión mediante la oración y la ayuda material?
Monseñor Forbin-Janson animó a los niños a comprometerse con una sencilla pero poderosa promesa: “un Avemaría al día, una moneda al mes”, como gesto concreto de solidaridad espiritual y material hacia otros niños. El 19 de mayo de 1843, esta iniciativa comenzó oficialmente, dando origen a lo que hoy conocemos como la Obra Pontificia de la Infancia Misionera (OMI). Años después, su misión fue bellamente resumida en el lema: “Los niños ayudan a los niños”.
Hoy, la Obra de la Infancia Misionera está presente en más de 130 países, y su lema se ha ampliado:
Los niños rezan por los niños
Los niños evangelizan a los niños.
Los niños ayudan a los niños
en todo el mundo
La OMI cultiva el espíritu misionero en los niños, animándolos a compartir su fe y sus recursos materiales —especialmente con sus compañeros más vulnerables— al mismo tiempo que fomenta las vocaciones al servicio misionero. Es una herramienta vital para que los niños crezcan en la fe y desarrollen un sentido de solidaridad universal.
La Infancia Misionera busca:
Inspirar a los niños a ser generosos y apostólicos dentro de sus comunidades.
Ayudarlos a experimentar la alegría de ser parte de una familia global donde todos son importantes y se ayudan mutuamente.
Educar a los niños en una mirada misionera, ampliando su conciencia sobre las necesidades de otros niños en el mundo.
La acción de la Obra se apoya en tres pilares fundamentales:
Los niños de la OMI se comprometen a rezar cada día por otros niños y por la expansión del Evangelio en el mundo.
Los niños misioneros hacen pequeños sacrificios para ayudar a quienes más lo necesitan. Sus ofrendas —recolectadas por las Direcciones Nacionales de las Misiones— alimentan el Fondo Universal de Solidaridad de la Infancia Misionera, que financia proyectos en beneficio de millones de niños.
En Estados Unidos, se anima a los niños a participar a través de las Cajitas Misioneras (Mite Boxes), un programa de décadas que les permite aprender, orar y donar por los niños de los territorios de misión.
Gracias a estas contribuciones, niños en Asia, África, Oceanía y las Islas del Pacífico reciben:
Con sus palabras y acciones, los niños misioneros inspiran a sus compañeros y se convierten en testigos de la fe y del amor en sus familias, escuelas y comunidades.
La Infancia Misionera impulsa el desarrollo cristiano y humano de los niños, ofreciéndoles espacios para la catequesis, la oración y el servicio. Entre sus actividades se incluyen:
Visitas a los pobres y enfermos
Participación en campañas de sensibilización misionera
Integración en programas catequéticos diocesanos y parroquiales
Aunque organizada a nivel local, la OMI mantiene siempre una visión universal, recordando a los niños que cada oración y cada sacrificio pueden cambiar vidas en todo el mundo.
La Obra Pontificia de la Infancia Misionera florece cuando las comunidades católicas animan a los niños a:
A través de la OMI, los niños se convierten en auténticos misioneros, contribuyendo a forjar el futuro de la Iglesia.
© All Rights Reserved The Pontifical Mission Societies. Donor Privacy Policy Terms & Conditions.