La misión de la Iglesia es «salir» a las encrucijadas del mundo e «invitar a todos» a una fiesta. Esta es la esencia del mensaje que el Cardenal Luis Antonio Tagle dirigió a los 120 Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias. El Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización habló durante la Asamblea General que se está celebrando en Sacrofano, en las afueras de Roma.
En su discurso improvisado, presentado parcialmente por la Agencia Fides, el Cardenal Tagle se inspiró en la parábola del banquete de bodas del Evangelio de Mateo, una narración de la que se hace eco el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2024.
Lea el mensaje del Papa Francisco a la Asamblea General
Un banquete que invita
Reflexionando sobre la parábola, el cardenal Tagle contó cómo el rey envió a sus siervos a invitar a los invitados al banquete de bodas de su hijo, pero éstos se negaron a venir. Algunos incluso maltrataban y mataban a los sirvientes. El rey ordenó entonces a sus siervos que salieran de nuevo e invitaran a todos los que encontraran en la encrucijada.
El Cardenal Tagle subrayó, citando al Papa Francisco, que la Iglesia está llamada a salir e «invitar a la gente a un banquete. Invitar, no forzar, no coaccionar a la gente a venir. Nuestra predicación, nuestra oración, nuestra vida sacramental, nuestras obras de caridad, nuestras relaciones, nuestro testimonio, todo esto debe ser una invitación a venir, dirigida a todos.»
El Cardenal subrayó además la importancia de presentar el Evangelio como algo atractivo. «El banquete al que todo el mundo está invitado», continuó, «debe presentarse como algo atractivo, algo que invite». Recordó las palabras del Papa Benedicto XVI, «la fe crece por atracción, no por coacción», y preguntó: «¿Presentamos el Evangelio como el banquete de Dios con la humanidad? ¿Presentamos el banquete como atractivo?».
Compartiendo una anécdota personal, el cardenal Tagle dijo: «Cuando todavía era obispo en Manila, una mujer muy brillante y valiente me dijo: ‘Eminencia, voy a misa todos los días, y allí se proclama el Evangelio de la buena noticia. Pero cuando el predicador empieza a explicar, la ‘buena noticia’ se convierte en ‘mala noticia’. La buena noticia, en manos de ciertas personas, se convierte en mala noticia. ¿Y cómo podemos invitar a la gente al banquete cuando la buena noticia pierde su sabor?».
El Cardenal Tagle reconoció el decreciente interés por la Iglesia en muchas partes del mundo, especialmente entre los jóvenes que ya no sienten una conexión vital con la fe. Ante este panorama, subrayó que la solución no es «cancelar el banquete», sino «salir a invitar a todos», superando la costumbre de dirigirse sólo a quienes ya participan en la labor apostólica de la Iglesia o de esperar que la gente venga a donde estamos nosotros.
Un nuevo horizonte para las Obras Misionales Pontificias
El cardenal Tagle comparó a las Obras Misionales Pontificias con los siervos de la parábola evangélica, llamados a buscar invitados para el banquete en todos los caminos de la vida. Su labor apostólica debe llegar a «todos», no sólo a los «católicos comprometidos», sino a todas las personas en el tejido de su vida ordinaria.
La Asamblea General, señaló, brinda la oportunidad de «revisar nuestras estructuras y metodologías. Podemos aprender unos de otros, y quizá preguntarnos humildemente: ¿favorecen nuestras estructuras, operaciones y formas de hacer las cosas el «salir a invitar»?».
El Cardenal Tagle también destacó varios grupos a considerar para ampliar el horizonte de acción de las Obras Misionales Pontificias. Mencionó a los jóvenes «influyentes» que conoció en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, a los artistas que participan en las iniciativas pastorales de la diócesis de Manila y a los inmigrantes filipinos que trabajan en el extranjero y llevan su fe a los hogares y las familias a las que sirven.
«Sin necesidad de crear una nueva ‘Obra Misionera'». El cardenal Tagle sugirió que «tal vez se podría prestar atención a estos «nuevos invitados», a estos nuevos grupos que podrían promover la misión de invitar a otros al banquete nupcial.» Reiteró que todas las actividades de las Obras Misionales Pontificias y todas las actividades eclesiales «pueden convertirse en una invitación al banquete». Recordando siempre que la invitación no es una iniciativa de las personas de la Iglesia o de sus obras, sino que «es el Padre quien ha invitado a todos al banquete.»