Un mensaje de Sor Roberta Tremarelli, AMSS, Secretaria General de la Obra de Infancia Misionera, al final de la Cuaresma, dirigido a todos los niños del mundo llamados a tener un corazón misionero.

Queridos niños misioneros, un cordial saludo desde el Alverna, el lugar donde san Francisco de Asís recibió las señales de amor de Jesús crucificado.

La Cuaresma está llegando a su fin, y el próximo domingo, Domingo de Ramos, dará comienzo la Semana Santa; es la semana más importante del año para la Iglesia católica.

Dios es el amigo fiel que hizo un pacto con nosotros y no nos traicionará.

Jesús, el hijo de Dios, es el amigo fiel, el amigo más excelente de nuestra vida y debe ocupar el primer lugar en nuestro corazón, porque estamos en el corazón de Dios y tenemos un lugar privilegiado en él, como si cada uno de nosotros fuera uno y único. Así, partiendo de este gran amor y de esta amistad fiel, nacen nuestras oraciones. Nuestra oración es una alabanza y un agradecimiento al Señor, a Jesús por su fidelidad hacia nosotros. Dios, Jesús nunca nos abandona; nunca nos deja solos y a través de nuestras oraciones agradecemos y alabamos al Señor por su presencia constante en nuestra vida. Y en vuestro encuentro y compromiso diario como miembros de la Infancia Misionera, cada día buscáis profundizar en vuestra amistad con Jesús y llevar su amor a todos.

Estamos seguros: ¡queremos ser amigos de Jesús!

Por eso, durante la Semana Santa nos comprometemos a estar con Él, a hacerle compañía. Cuando Jesús entró en Jerusalén «Mucha gente tendía sus mantos en el camino, y otros extendían ramas frondosas que habían cortado en los campos, gritando «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Marcos 11: 8-10)

Pocos días después, Jesús compartió la última cena con sus apóstoles.

Entonces Jesús vivió y experimentó solo el dolor de la Pasión.

Pero hoy nosotros, como sus discípulos, como sus discípulos misioneros, nos comprometemos a permanecer con Él, en unidad con Dios y con María.

Durante esta Semana Santa nuestra oración, nuestra sencilla oración diaria estará en el corazón de Jesús.

Queridos hijos misioneros, nos comprometemos a responder a nuestra llamada, a responder a la amistad y fidelidad de Dios con nuestra oración, para estar con Jesús.

Escuchando y leyendo la Palabra de Dios, el Evangelio, podemos experimentar el asombroso amor que Dios nos tiene; podemos experimentar su cuidado por nosotros.

Por eso, respondemos con nuestras oraciones al corazón de Jesús, acompañándole a través de la pasión y alcanzando así con Él la alegría de la resurrección, para compartir con todos que Él ha vencido a la muerte.

Os invito a permanecer vigilantes y valientes con Jesús, con los ojos y el corazón abiertos a los acontecimientos de la Pasión, a sus palabras, a sus acciones y a su silencio.

Estar siempre dispuestos a dar testimonio de nuestra fe en Él.

Sin miedo a no conseguirlo, nos ama aunque tengamos miedo, aunque no seamos capaces de hacer lo que queremos. Permanezcamos con Jesús, sin desilusionarnos por lo que pase, pero siempre confiados en su promesa. Acompañemos a Jesús sufriente hasta el final.

Recordemos que durante su misión, Jesús siempre acogió a los niños y ahora nos toca a nosotros acogerle a Él.

Recemos con Jesús para ser fuertes contra el mal.

Miremos a Jesús crucificado y resucitado para conocerlo y convertirnos en sus testigos.

Queridos niños misioneros, os deseo a todos vosotros, a vuestros padres y animadores, a los sacerdotes y hermanas una fructífera Semana Santa y una alegre Pascua.