Cuando tenía 10 años, la hermana Linda Joseph recibió un beso en la frente de Santa Madre Teresa de Calcuta. Ese fue el día en que supo que quería ser religiosa y dedicar su vida a ayudar a los niños necesitados. «Fui bendecida de muchas maneras a lo largo de mi vida», dijo la hermana Linda. «Que la Madre Teresa me besara la frente me dio una sensación de paz que nunca antes había experimentado. Espero que podamos proporcionar a nuestros alumnos cierta sensación de paz haciéndoles saber que Dios les ama y que no están solos.»

Tres décadas más tarde, esta hermana de la Visitación dirige el internado Santwan para niños con necesidades especiales en la Diócesis de Allepey, en el estado de Kerala, al sur de la India. Los alumnos, que padecen diferentes discapacidades, encuentran en esta escuela un consuelo que sus padres no pueden ofrecerles por falta de recursos. En la mayoría de los hogares con pocos ingresos, ambos padres deben trabajar, y a menudo, como jornaleros y agricultores marginales.

En esta escuela, los niños pueden pintar, practicar deportes e incluso aprender danza clásica.

La India cuenta con 174 Diócesis y eparquías.

Hay más de 50.000 religiosas en el país.

En las afueras de Bombay, cuatro hermanas de las Hijas de la Cruz forman a maestras que trabajan en 12 pueblos diferentes, gestionan un internado para niñas y acompañan a la gente al hospital cuando es necesario.

Internado de Santwan

El internado de Santwan es una de las cientos de escuelas que hay en toda la India dirigidas por hermanas católicas. Varían en tamaño: algunos se encuentran en pequeñas zonas rurales y otros están entre los mejores del sistema educativo privado de Bombay y Nueva Delhi.

En el pueblo de Vadgaon, a cuatro horas del centro de Bombay y uno de los territorios de misión de esta Arquidiócesis, todos los niños de 120 familias van a la misma escuela pública. Sin embargo, esta zona rural está tan alejada de la atención del gobierno, que los maestros financiados por el Estado no enseñan realmente a los niños a leer o escribir: «Llegan, dan a los niños un tentempié y luego los ignoran el resto del día», dice Shailaja, una maestra que forma parte de un grupo arquidiocesano de animadores – maestros, trabajadores sanitarios y trabajadores sociales – desde hace 14 años. Recibió su formación de las Hijas de la Cruz.

Hijas de la Cruz

Cuatro hermanas de las Hijas de la Cruz trabajan en la región de Alibag, a 60 millas del centro de Bombay y que incluye más de una docena de pueblos como Vadgaon. Ayudan a formar a los animadores que trabajan en
estos pueblos, asegurándose de que los niños, de hecho, aprenden a leer y escribir.

La hermana Albina Murzello, miembro de la orden, visita a menudo aldeas y caseríos o acompaña a la gente cuando debe ir a la ciudad a un hospital porque la mayoría no se siente lo suficientemente segura como para entablar una conversación con un profesional médico.

Estas cuatro Hijas de la Cruz gestionan también un internado para niñas de 5 a 15 años para que puedan seguir recibiendo una educación cuando sus padres, en su mayoría trabajadores temporeros, se desplazan de una región a otra en busca de sustento.

La Sociedad de San Pedro

Aunque la orden subvenciona gran parte del trabajo de estas cuatro hermanas, dependen de la ayuda que reciben cada año de las Obras Misionales Pontificias a través de la Sociedad de San Pedro.

En la Arquidiócesis de Pondicherry y Cuddalore, las Hermanas de San Luis Gonzaga también están cambiando la vida de muchos.

Se les ha encomendado la dirección de 80 grupos de autoayuda en todas las diócesis, y ayudan a miles de personas, en su mayoría mujeres, a salir de la pobreza. Con la ayuda de las hermanas y de profesionales formados, aprenden a fabricar productos para poder mantenerse a sí mismas y a sus familias. Entre ellas se incluyen manualidades, desde portalápices hasta muñecas, velas y jabones, bolígrafos ecológicos envueltos en papel en lugar de plástico y joyas.

Una de las mujeres que forma parte de este grupo de autoayuda desde hace cuatro años dijo,

«No sé dónde estaría hoy de no haber sido por la ayuda de las Hermanas. Me dieron las herramientas que necesitaba para sobrevivir, y para hacerlo con dignidad, poniendo mis talentos al servicio de los demás.»